El precio de evitar el conflicto y el poder de su verdad
¿Cuánto cuesta su paz? Quiero invitarle a explorar el conflicto desde un ángulo más íntimo: el de la confianza en usted mismo, como llave de oro para resolver lo que aún le pesa.
Dra. Johanna Alvarado/ ICF Young Leader Award.
Hace algún tiempo, en esta misma columna Lider-ando, publiqué un decálogo para la resolución de conflictos que sigue vigente y puede ser consultado en esta sección De la A a la Z. Sin embargo, hoy quiero invitarle a explorar el conflicto desde un ángulo más íntimo: el de la confianza en usted mismo como llave de oro para resolver lo que aún le pesa.
Porque si algo aprendemos a lo largo del camino, ya sea en la vida familiar o en los entornos laborales, es que lo que no se dice también deja marcas. Que las decisiones postergadas por miedo a incomodar, los silencios que gritan y las sonrisas que esconden incomodidades, pueden construir muros invisibles entre personas que alguna vez compartieron una visión, un hogar o un propósito común.
El conflicto no es el problema, lo es la falta de herramientas, el temor a perder y la necesidad de aprobación que nos hace vestirnos con máscaras de bienestar.
Como lo expresa Brené Brown, investigadora reconocida por su trabajo sobre la vulnerabilidad, “la conexión solo puede darse cuando somos vistos… realmente vistos.” Es en ese acto de mostrarnos vulnerables, sin escudos, donde reside la semilla de toda reconciliación auténtica.
La falsa paz que erosiona los vínculos
Las parejas, los equipos de trabajo y las familias no se rompen por un gran conflicto de un día. Se desgastan lentamente por omisiones, por heridas que no se hablan, por acumulaciones de pequeñas fracturas no atendidas.
Según Marshall Rosenberg, creador de La Comunicación No Violenta, los conflictos no resueltos no son otra cosa que necesidades no escuchadas. Y cuando no se satisfacen las necesidades fundamentales del ser humano: respeto, validación, afecto, coherencia, el tejido relacional se deshilacha. Ahora bien, ¿cómo comenzar a abordar ese conflicto que sabemos que existe, pero que seguimos evitando?
Cinco escalones hacia una resolución con dignidad
- Reconozca el conflicto, sin juicio. Aceptar que algo no está bien no es un acto de debilidad, es el primer paso de valentía. Como señala Harriet Lerner, psicóloga y autora de La danza de la ira, el conflicto negado alimenta la desconexión emocional.
- Trabaje su confianza personal. El diálogo externo mejora cuando el diálogo interno es claro, sereno y congruente. Si confía en lo que siente, puede expresarlo sin necesidad de agredir ni reprimir.
- Permítase sentir y validar. Las emociones son mensajeras, no enemigos. No se trata de dramatizar, sino de comprender qué mensaje trae esa incomodidad o dolor.
- Planeé una conversación transformadora. No improvise. Busque el momento, el lugar y el tono. Defina lo que desea expresar, cuáles son sus límites, y cuál sería una solución justa para ambas partes.
- Proponga algo concreto, positivo y racional. La crítica sin propuesta no construye. Si va a nombrar lo que le duele, acompáñelo con una solicitud que tenga sentido, que sea realizable y que busque satisfacer necesidades reales, no fantasías.
El miedo a confrontar también tiene consecuencias
Dejar pasar pequeñas acciones u omisiones que duelen, con la esperanza de que “ya se le pasará” o que “es mejor no hacer olas”, puede llevar a una desconexión progresiva.
Y como diría Stephen Covey, autor de Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, “la confianza es el pegamento de la vida. Es el ingrediente más esencial en la comunicación efectiva.”
Cuando nos mostramos tal como somos, desde la autenticidad y sin deseo de herir, es más probable que el otro baje la guardia también. En esa danza, donde ambos se ven, se escuchan y se expresan desde su centro, puede emerger una nueva forma de relacionarse: más liviana, más real y más libre.
Concluir no siempre es cerrar, a veces es comenzar distinto
Lo que evitamos, nos pesa. Lo que enfrentamos, nos transforma. Resolver un conflicto no siempre implica mantener una relación, pero sí implica liberarnos de las cargas que esa relación ha dejado. Y para seguir avanzando, hace falta soltar. Porque cada paso en la vida se da mejor cuando vamos ligeros, sin el peso del resentimiento ni la culpa de no haberlo intentado.
Y si necesita acompañamiento en ese proceso, estaré encantada de conversar con usted.
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