Por Gabriel Pacheco |18 de mayo de 2025, 8:00 AM

A sus 23 años, Fabián Porras ha logrado lo que para muchos parecería imposible: diseñar, construir y, poco a poco, perfeccionar el prototipo de su propia prótesis electrónica.

Este proyecto no nació en un laboratorio de alta tecnología, sino en el taller de electrónica del Colegio Técnico Profesional de Atenas, y hoy representa una esperanza para quienes sueñan con un apoyo de este tipo, pero no pueden acceder a él por el alto costo. 

Porras perdió su brazo izquierdo cuando apenas tenía un año y cuatro meses, en un trágico accidente con una máquina de moler carne. 

“Mis papás biológicos tenían un tipo local-carnicería. Ellos ya estaban cerrando, de hecho es muy trágica esa historia porque fue un 24 de diciembre de 2001[...] La máquina me jaló el brazo y me lo molió”, recuerda con naturalidad. 

“Para mí no es tabú hablar sobre mi brazo, yo estoy superfeliz con cómo soy y me ha tocado vivir”, agregó.

El proyecto de su prótesis comenzó en 2016, mientras cursaba la especialidad de Electrónica Industrial en el colegio, inspirado por su experiencia personal y por la incomodidad de la prótesis funcional que recibió en su infancia.

“Era 100% funcional, pero no era muy ergonómica”, explica Fabián. Entonces se propuso crear una versión mejorada. Con ayuda de un profesor y usando la base de esa antigua prótesis, comenzó a diseñar desde cero.

"El primer prototipo funcionaba por comandos de voz, yo le decía ‘abrir o cerrar’, con dos comandos, y esta respondía moviendo un motor”, explica el hoy ingeniero.

Con esa idea participó en Expo Ingeniería, donde obtuvo el segundo lugar a nivel nacional en 2016 y, un año después, el primero. Ese reconocimiento le permitió representar al país en una feria latinoamericana de ciencia y tecnología, y fue el punto de partida para una colaboración con la fundación Biónica.

Fabián Porras, desarrollo de prótesis
Primera versión de la prótesis diseñada por Fabián en 2016.

Este grupo es una ONG sin fines de lucro, cuya misión es diseñar, fabricar y entregar prótesis de miembro superior a bajo costo, a partir de impresión 3D a pacientes amputados. Fabián asegura que ha sido clave su apoyo para lograr mejorar el diseño en varias etapas. 

Desde entonces, su prótesis ha evolucionado. “Ya este sigue funcionando por la voz, solamente que ya tiene una mano”, explica sobre el tercer modelo. Pero no se detuvo ahí. En diciembre del año pasado, presentó como proyecto final de su carrera universitaria el cuarto prototipo, ahora accionado por tensión muscular.

“Le pongo ciertos electrodos a mi brazo derecho porque ahí tengo más masa muscular. Con realizar una presión en ese mismo músculo, la prótesis lo detecta y ese motor mueve lo que serían hilos que van tensados a los dedos y así es como se hace el movimiento de abrir y cerrar”, cuenta Fabián. 

Fabián Porras, desarrollo de prótesis
Tercera versión de la prótesis de Fabián, creada en 2019.

Este sistema permite movimientos más precisos, sensibles a la fuerza ejercida, y se adapta mejor a distintos tamaños y texturas de objetos. 

Aunque el dispositivo todavía está en fase experimental, su potencial es enorme, especialmente si se considera el costo. 

“No pasa de los $80 toda la parte electrónica, todo el diseño, todo el circuito. Quizás en la parte de lo que sería 3D, sí se levanta más el precio. Basado en la prótesis mía, no pasa quizás de los 500 mil colones”, afirma. En comparación, las prótesis electrónicas importadas pueden superar fácilmente los $5.000.

La meta de Porras es clara: una prótesis “lo menos invasiva posible, que sea automatizada y también que dé comodidad al usuario”. Para lograrlo, él mismo se ha convertido en su propio conejillo de indias.

 “Después de cada etapa pruebo la prótesis, noto esto o lo otro en mi brazo, cosas que realmente yo quiero cambiar, soy desarrollador y el conejillo de Indias. La idea es ayudar y qué mejor manera que experimentando conmigo”, agrega Fabián entre risas.

Sin embargo, también reconoce que el mayor desafío no ha sido solo técnico, sino personal. 

“Me he acostumbrado tanto a no tener una prótesis que he tenido que tener terapia para poder utilizarla [...] Me cuesta mucho porque como no estoy acostumbrado a tener más brazo de lo habitual, a veces la golpeo cuando voy caminando en una pared o tengo como problemas para acomodarme en el bus”.

Pese a todo, la prótesis ya le ha permitido realizar tareas cotidianas como lavar platos o soldar componentes electrónicos con mayor facilidad. “Puedo ya desarrollar más actividades, ha sido mucho más fácil”, contó.

Más allá de los cables, los sensores y los motores, lo que Fabián ha construido es una historia de resiliencia, innovación y compromiso social. “Soy una persona que no tiene un brazo… ¿Realmente estoy creyendo en un sueño o estoy haciendo una realidad?”, se preguntaba al inicio del camino. Hoy, la respuesta parece clara.

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