Don Víctor Arce, el arte de vivir bailando
Su vitalidad transforma espacios, anima corazones y demuestra que la pasión por la vida no se apaga con el tiempo.
A sus 76 años, Víctor Arce es mucho más que un adulto mayor. Es un ejemplo viviente de que la juventud no tiene que ver con los años, sino con la actitud. Mientras algunos optan por la calma y el reposo que suele venir con la edad, don Víctor elige el movimiento, el color y la alegría como filosofía de vida (ver nota completa en el video adjunto).
Con pasos firmes y sonrisa contagiosa, ha convertido el baile en su lenguaje universal. Donde suena la música, él está listo. No importa si es salsa, cumbia o bolero; su cuerpo responde con la elegancia de quien lleva décadas bailando, y con la energía de quien lo hace por primera vez. Con él no se trata solo de moverse al ritmo, sino de contagiar entusiasmo y de invitar a vivir plenamente.
El arte de don Víctor no termina en la pista de baile. En su tiempo libre, se sumerge en otra de sus pasiones: la pintura. Rodeado de pinceles y lienzos, explora formas, colores y emociones. Cada trazo refleja una mente activa, curiosa y llena de sensibilidad. La pintura se ha convertido en una forma de expresión tan vital como el baile, y en una herramienta para nutrir su espíritu.
Su historia es tan singular como entrañable. Los primeros pasos de baile no los aprendió en una academia ni en compañía de un profesor. Su primera maestra fue una botella vacía. En la sala de su casa, la colocaba en el suelo y ensayaba movimientos a su alrededor, desarrollando así un estilo único, cargado de imaginación y autenticidad.
Hoy, don Víctor no solo baila y pinta: inspira. En cada evento comunitario, en cada reunión, deja una huella imborrable. Su vitalidad transforma espacios, anima corazones y demuestra que la pasión por la vida no se apaga con el tiempo.