Blinchik: el restaurante que logró unir a Rusia y Ucrania en una mesa costarricense
En Mora, un rincón lleno de sabor y memoria reúne recetas de ambos países con una calidez que conquista estómagos y corazones por igual.
En un rincón acogedor de Mora, entre aromas cálidos y sabores que cuentan historias, un restaurante de reciente apertura está conquistando paladares y corazones con una propuesta singular: una fusión de cocina rusa y ucraniana que combina tradición, familia y mucha pasión.
La historia comenzó en 2018, poco antes del Mundial de Fútbol. Anna Irinina, una emprendedora originaria del este de Europa, tuvo una idea sencilla pero poderosa: compartir los sabores de su tierra natal con la comunidad costarricense. Empezó vendiendo productos rusos en la Feria del Agricultor, un espacio que le permitió conectar con los curiosos y con quienes añoraban la cocina de Europa del Este.
La aceptación fue inmediata. Poco después, Anna decidió dar un paso más y llevar esa experiencia a las calles con un food truck. Este vehículo no solo ofrecía platillos tradicionales: también llevaba consigo las ilusiones de una familia entera. Anna, junto a su esposo, sus hijos y un grupo de amigos cercanos, emprendió el reto de dar a conocer una gastronomía poco común en Costa Rica, pero llena de historia y sabor.
Seis meses atrás, ese sueño sobre ruedas tomó forma permanente: nació Blinchik Ruso, el primer restaurante fijo del proyecto. Es un lugar cálido, familiar y acogedor, donde los comensales encuentran algo más que comida: encuentran hospitalidad. Al frente de la cocina está Yulia Jiluta, chef y socia de esta travesía culinaria, quien ha logrado rescatar recetas caseras que evocan la cocina de las abuelas eslavas, con una autenticidad que no necesita adornos.
El plato estrella son los blinchik: crepas finas, mucho más delgadas que las francesas, rellenas de opciones dulces y saladas. Hay de queso con eneldo, de carne especiada, y también versiones con mermelada casera. Cada bocado es una sorpresa cargada de identidad.
Otro clásico del menú es la sopa borsch, de color rojo profundo, elaborada a base de remolacha y harina de trigo. Este platillo, símbolo compartido por la cocina rusa y ucraniana, representa perfectamente la esencia del restaurante: raíces distintas, pero entrelazadas por la cultura y el afecto.
El restaurante abre todos los días, de lunes a domingo, entre las 10 a.m. y las 8 p.m., y se puede encontrar en redes sociales como Blinchik Ruso. Es más que un restaurante: es un punto de encuentro donde la comida se sirve como en casa, en un ambiente donde cada rostro es familiar, cada detalle tiene alma y cada platillo cuenta una historia que merece ser compartida… y saboreada.
Reviva esta historia en el reportaje que aparece en la portada del artículo.