Por Deutsche Welle |8 de julio de 2025, 16:11 PM

Polonia introdujo controles fronterizos con Alemania y Lituania esta semana. Según el primer ministro polaco, Donald Tusk, los controles son temporales y su objetivo es frenar la trata de personas y la migración irregular.

Sin embargo, la medida se produce pocas semanas después de que Alemania intensificara los controles en todas sus fronteras terrestres, incluida la de Polonia, bajo el nuevo Gobierno del canciller conservador, Friedrich Merz.

Para muchos observadores en Bruselas, estas medidas podrían ser una de las señales más claras de que el espacio Schengen de libre circulación de la Unión Europea está sometido cada vez a más presión.

¿Qué es Schengen?

Creado en la década de 1990, el espacio Schengen es uno de los logros más prácticos de la UE, tanto para empresas como para trabajadores y viajeros. Permite viajar sin pasaporte por 29 países europeos, abarcando la mayor parte de la UE y varios países no miembros, como Noruega y Suiza.

El espacio Schengen facilita la libre circulación de más de 450 millones de personas y refuerza el mercado único europeo, al eliminar los controles fronterizos internos para bienes, servicios y mano de obra.

Para Davide Colombi, investigador de migración del Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS), con sede en Bruselas, la actual disputa polaco-germana con el tema de las fronteras se enmarca en un patrón europeo más amplio.

El efecto dominó está en marcha

Francia mantiene controles fronterizos desde los atentados terroristas de 2015. Austria introdujo controles en sus fronteras con Eslovenia y Hungría en septiembre de 2015, en pleno auge de la crisis de refugiados, y los ha renovado cada seis meses, alegando presiones migratorias y cuestiones de seguridad interna.

Eslovenia introdujo controles con Croacia menos de un año después de la adhesión de este último país a Schengen, alegando el aumento de la migración y la preocupación por el crimen organizado. Alemania, que se había resistido por mucho tiempo, comenzó a ampliar sus controles en otoño de 2024.

"Son pura política simbólica, sin un efecto real en la reducción de la migración", subraya a DW Birte Nienaber, profesora asociada de la Universidad de Luxemburgo. Con el auge de fuerzas de extrema derecha en Europa, las narrativas populistas están ganando terreno en todos los partidos, destaca. Los líderes centristas se enfrentan a la presión de mostrar firmeza con la migración, y los controles fronterizos son una medida visible y popular entre la ciudadanía.

Simbolismo fronterizo, más que soluciones

Las estadísticas oficiales ponen en duda la pertinencia de tales medidas. La policía alemana afirma que, en el primer mes de las operaciones fronterizas reforzadas esta primavera, solo 160 solicitantes de asilo fueron rechazados.

Los medios polacos informan que Alemania devolvió a unos 1000 migrantes a Polonia entre mayo y mediados de junio. La cifra no difiere significativamente de la de años anteriores.

"Los contrabandistas o quienes intentan entrar de forma irregular saben exactamente cómo evitar los controles oficiales", indica la experta en migración Nienaber. El investigador Colombi coincide en que los Estados miembros de la UE no han demostrado hasta la fecha la efectividad de los controles para, por ejemplo, frenar la migración o prevenir atentados terroristas.

Costo económico y límites legales de Schengen

Mientras tanto, un estudio detallado del Parlamento Europeo estima pérdidas de tiempo sustanciales en las fronteras europeas: de 10 a 20 minutos para automóviles y de 30 a 60 minutos para vehículos pesados, además de costos al sector del transporte de alrededor de 320 millones de euros. Y esto solo incluye los retrasos, no las consecuencias económicas generales.

La legislación de la UE permite los controles fronterizos internos en casos excepcionales, y los limita a seis meses con renovaciones claramente justificadas. Pero esto no ha frenado a varios Estados miembros para continuar prorrogándolos. Los controles de Francia se han mantenido de forma casi continua durante casi una década. Austria, Dinamarca, Suecia y ahora Alemania también han operado bajo excepciones a largo plazo.

"Estos controles fronterizos se están volviendo permanentes en algunos Estados miembros", afirma el investigador Colombi.

¿Revisar Schengen o abandonarlo? ¿Qué está en juego?

Los expertos advierten que, si los controles fronterizos internos se vuelven permanentes, el sistema de Schengen podría desmoronarse por completo y el daño económico podría ser grave.

Se ralentizaría el flujo de mercancías, se interrumpirían las cadenas de suministro y aumentarían los costos del transporte, especialmente en sectores con gran carga logística como la agricultura, el comercio minorista y la manufactura.

Los trabajadores transfronterizos enfrentarían desplazamientos más largos. Las pequeñas empresas en regiones fronterizas perderían clientes vitales. Para los ciudadanos comunes, esto podría significar colas más largas en las fronteras, precios más altos en las tiendas y un acceso reducido a los servicios y mercados laborales transfronterizos.

Pero la pérdida simbólica podría ser igual de profunda, afirma Colombi. Si Schengen cae, se derrumba su forma más tangible de experimentar la UE como un proyecto transnacional para los ciudadanos. Para evitarlo, ambos expertos sostienen que la UE y sus Estados miembros deben volver a comprometerse con la idea central de Schengen: que los europeos puedan moverse libremente, sin miedo, demoras ni posturas políticas, a través del continente compartido.

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